Desde Colombia, como Familia Paulina hemos acogido el llamado a estar juntos para orar y reflexionar en una jornada de retiro espiritual marcada por la fraternidad. Este retiro, que tuvo lugar el primer sábado del mes de marzo en la Comunidad de la 170 en Bogotá, Colombia, ha sido un espacio propicio para renovar nuestra fe y reafirmar nuestro compromiso con la misión paulina en el mundo.
Durante este encuentro espiritual, hemos recibido con fervor y entusiasmo las palabras de nuestro Superior General -Doménico Soliman- quien por estos días lleva a cabo la visita fraterna a nuestra circunscripción, ocasión propicia para encontramos como familia y para celebrar nuestra identidad como paulinos. Esta visita no solo ha sido una ocasión para conocer más profundamente la realidad de nuestra comunidad en Colombia, sino también un momento de encuentro y reflexión que nos ha permitido celebrar nuestra identidad como Paulinos, como una familia comprometida con la evangelización y el servicio en el corazón del mundo.
En este contexto de fraternidad y unidad, hemos celebrado con alegría la Santa Misa, un acto que se ha convertido en un verdadero momento de gracia para todos. En esta misa, hemos acompañado a nuestros queridos juniores, los cuales, recibieron los ministerios menores de Acolitado y Lectorado, siendo ellos:
Julián Andrés Sánchez y Carlos Roberto Quiñonez, quienes recibieron el ministerio de Acolitado.
Jonatán Salamanca, Samuel Eduardo García y Joseph Okeke, quienes fueron instituidos en el ministerio de Lectorado.
En su homilía, el Superior General nos invitó a reflexionar sobre la importancia de la identidad cristiana y el propósito que nos mueve como familia paulina. Nos exhortó a preguntarnos: ¿Qué clase de árbol somos? ¿Qué frutos estamos dando en nuestra vida diaria? Todo dentro de la idea que un corazón rebosante de bondad es capaz de generar frutos abundantes, y es precisamente esta generosidad y amor la que debe caracterizar nuestra vida en comunidad y en la misión. En un mundo que busca desesperadamente esperanza y luz, somos llamados a ser testigos auténticos de esa esperanza vivida y compartida. Somos llamados a ser árboles que, al nutrirse de la gracia de Dios, dan frutos de vida, de paz y de justicia.
El retiro nos ha recordado que, como Familia Paulina, estamos llamados a vivir en una constante dinámica sinodal, donde la escucha, la unidad y la misión son esenciales. Este camino de fraternidad y esperanza nos invita a ser más conscientes de nuestra responsabilidad como discípulos de Cristo llevando la luz del Evangelio a todos los rincones de nuestra sociedad.
Agradecemos profundamente este tiempo de gracia, que nos ha permitido no solo recibir, sino también comprometernos más profundamente con el llamado de dar fruto en nuestra vida y misión. Que el Espíritu Santo nos siga guiando en este caminar y que, como familia, continuemos siendo semillas de esperanza en el mundo.
¡Que el fruto de nuestra vida sea siempre abundante y que dé gloria a Dios!