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Ven, Mar

Bernardo Hurault nació en París, el 15 de agosto de 1924. Como entusiasta misionero, llegó a Chile, en 1963, más concretamente a Tomé (cercano a Concepción), una zona minera muy pobre. Allí atendió a la necesidad de contar con una Biblia católica más accesible, en el lenguaje, los comentarios y en el precio. Emprendió una obra que, a primera vista, resultaba imposible: no era un especialista en Biblia y tampoco manejaba bien el castellano.

¿Cómo gestó esta preocupación por editar una Biblia distinta? Nos valemos de una entrevista que mantuvimos con el padre Ramón Ricciardi (cf. NOTIPAUL, número 18, abril-junio 1977), quien colaboraba con el proyecto del padre Bernardo. La Biblia Latinoamericana surgió de la preocupación sacerdotal que veía que la gente sencilla no comprendía el texto de la Biblia existente en Chile. Se preguntaban: ¿Cómo es que la Iglesia católica, con 400 años de presencia en el Continente, no tiene una Biblia que pueda entender la mayoría de personas? Las que circulaban eran útiles sólo para un 15% de la población.

¿Cómo proyectó esta Biblia pastoral y latinoamericana? La respuesta del padre Ramón nos ayuda a entrar en su corazón bíblico. Se propusieron presentar una Biblia, con comentarios pastorales, que iluminaran el caminar concreto de las personas: esposos, desocupados, viudas, etcétera. Intentaron traducir la Biblia en textos adecuados a la gente del Cono Sur latinoamericano. Además, inspirándose en la misma Liturgia, que distingue algunos pasajes bíblicos de otros, decidieron resaltar 500 textos con letras más grandes, invitando a privilegiar la lectura de otros de menor importancia.

¿Quiénes trabajaron en su elaboración? Muchos e inicialmente gente sin muchos estudios. Le resultó muy duro al padre Bernardo convocar a los colaboradores. La obra se inició en el Sur de Chile, posteriormente se comprometieron personas de países vecinos, como del Perú, Ecuador, Colombia, etcétera. Luego de algunos contratiempos por conseguir el beneplácito de la Iglesia, se contrataron biblistas que aseguraran la seriedad del proyecto.

Tras siete intensos años de trabajo, en 1970, salió a la luz la primera edición de la conocida Biblia Latinoamericana, edición pastoral. Poco a poco, la obra se irá conociendo en toda Latinoamérica. Con ediciones mejoradas, suman, en nuestros días, 40.000.000 de ejemplares difundidos. Muchos la consideran "su Biblia", rondando los 2.000.000 de ejemplares cada año. Mas tarde, se publicaron otras biblias católicas que aportaron para que la Palabra de Dios sea más comprensible al hombre de hoy.

La gran contradicción de este proyecto bíblico se originó el 11 de octubre de 1976, cuando el Boletín Oficial de la República Argentina emitió un decreto, del 4 del mismo mes, ordenando la clausura de Ediciones Paulinas (como se llamaban, conjuntamente, la editorial SAN PABLO y  Ediciones PAULINAS) y la Distribuidora CLARETIANAS. El Gobierno militar argentino se hizo eco de algunas notas periodísticas y de denuncias de la jerarquía conservadora de la Iglesia Argentina, acusándola de marxista y antipatria. Fue su prueba de fuego. Con el tiempo, las acusaciones no condijeron con la realidad, y éstas, más allá del daño causado, ayudaron a una mayor difusión. Un signo de contradicción muy propio de las obras de Dios. SAN PABLO y SOBICAIN, desde la segunda edición, han colaborado en la divulgación de este proyecto.

Posteriormente, el padre Bernardo encargó la traducción de la Biblia a las lenguas autóctonas (1986) de Filipinas y de Taiwán, y preparó la Biblia Pastoral en Inglés, Tagalo, Cebuano e Ilongo. En 1990, se embarcó en el proyecto de publicar una Biblia Pastoral en chino, primero para fuera de China, y, después, para el pueblo de China Continental. Siempre mantenía su objetivo: hacer que la Palabra de Dios sea comprensible a los hombres y mujeres de hoy.

El padre Bernardo Hurault falleció, a los ochenta años, en la ciudad de Concepción (Chile), el 16 de diciembre de 2004. Sus últimos años los vivió en Filipinas, desde donde comandó los trabajos bíblicos apenas señalados para Oriente.

No se ha iniciado aún ningún proceso de reconocimiento de su santidad sacerdotal. No obstante, es un modelo para los sacerdotes. Cumplió con la primera y principal misión sacerdotal: anunciar y hacer comprensible la Palabra de Dios. Deseamos que nos motive a los sacerdotes, al menos, a preparar, mejor y conscientemente, la homilía, en la administración de los sacramentos. El padre Bernardo marcó el camino de la renovación espiritual que pretende el Año Sacerdotal.

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